Para los que estábamos ansiosos de
novedad, La Zanjita de Juan Desiderio fue una muy buena noticia. El neo-barroso
había cumplido su cometido histórico aplanando y borrando otras discusiones. El
arte, también en poesía, era arte por arte, artimaña desmedida. Para los demás,
los que estábamos afuera del ágora y apenas habíamos leído algún número del
Diario de Poesía, o ninguno, la situación era aún peor, los nombres de
Alejandra Pizarnik y Oliverio Girondo
ocupaban demasiado espacio, casi borrando, lo que se había publicado antes y
después de ellos.
La Zanjita hablaba con un idioma
cercano, y a la vez, lejano. Próximo porque estaba extraído del presente y de
sus nuevos paisajes, alejado porque era el lenguaje del otro, ese otro que
difícilmente lea o escriba poesía, nueva
versión del cabecita negra, del inmigrante, del gaucho malo. El final de las
ideologías, el libre cambio enorme, la muerte de casi todo, dejaba, sin
embargo, viva a toda una clase social que ya no tenía un lugar en un país que
agonizaba de fiesta en fiesta. Con La Zanjita se inauguraba la voz de ese otro
que veinte años después –y con otros tintes ideológicos- vemos en programas
como Cárceles o Policias en acción, pasando antes, claro, por la legendaria
Pizza, Birra y Faso, y tiras como Okupas y Tumberos.
El cambio ideológico es muy importante,
tanto, que requiere un tratamiento aparte, sin embargo solo diremos algunas
cosas al respecto. En los programas citados, aparece esa voz desclasada,
ofreciéndonos un anecdotario marginal que parece estar sustentado en la fuente
del discurso -actualísimo- de la
inseguridad. La estructura es simple: el acusado se acusa en primera persona
ante un auditorio de clase media, configurando un tipo de programa que nos lleva hasta el fondo
del infierno dantesco. La plaza de torturas que nos cuenta Foucault en Vigilar
y Castigar reaparece, habrá que ver con que nuevas, o viejas, funciones.
Algunas lecturas, coherentes con su
momento histórico, veían en La Zanjita la emergencia y representación de una
voz urbana. Un nuevo tipo de ser, una nueva identidad en una dinámica cultural
posmoderna. Sin embargo, la torre de babel que se inaugura con Menem se llama
neoliberalismo y es un fenómeno económico, político y social. Cabe preguntarnos
hasta qué punto la variable cultural es independiente de estas variables, y
también, si es lo mismo un punk, un roquero, a este nuevo emergente. La cumbia
villera parecía confirmar la temprana hipótesis. Por momentos, sentíamos que el
carnaval neoliberal permitía voz a todos los sectores. En esta época, un variado grupo de
intelectuales celebraban la aparición del género como “un acá me pongo a
cantar…” genuino, extraído de la
realidad. Incluso, hasta los cantantes de estos grupos solían darle el gusto, saliendo
tanto en las noticias culturales como en las policiales. El resto de la
sociedad se conformaba con bailar estos ritmos en casamientos y cumpleaños.
Todo esto sonaba muy cercano y nuevo,
sin embargo nuestra literatura nos ofrece un variado repertorio de
apropiaciones en las que engañosamente, detrás de un decorado, se esconden las
manos de los que verdaderamente hablan por la tan pretendida voz del otro. Sin
ir muy lejos en nuestra tradición, como advierte Josefina Ludmer, toda la
gauchesca, desde Hidalgo hasta Guiraldes, y sus distintas versiones, son un uso
intelectual y político. O bien para representar una idea, una denuncia, o bien
para un uso maniqueo de esa voz. Lo cierto es que ese otro es solo una
representación, un títere vacio que se le hace decir lo que se quiere de él
mismo, o de la patria.
Sobre este fondo, volvía a aparecer este
tipo de coloquialismo, y con éste, la problemática de las definiciones
poéticas. La Zanjita traía a la poesía el habla de la villa, con el simple
procedimiento de suprimir fonemas consonantes, el libro ofrecía a nuestros
oídos toda una cosmovisión distinta. Dos marcas interesantes al respecto:
Desiderio no usa este procedimiento para ridiculizar esa voz como era el uso
típico, ni para generar un efecto realista como se utilizará después, ni
siquiera como la voz del demonio, sino que busca la forma de que ese
procedimiento hable desde su musicalidad. Lo que sorprende en este libro es la
armonía, el uso rítmico del procedimiento, lejos de generar un compás
sincopado, o indefinido como intentaban los objetivistas publicados en el Diario de Poesía, el libro
era muy agradable a los oídos.
Por otro lado, Desiderio agrega a esa
voz otra, una voz neutral que aparece en los remates, mediando entre esa voz y
los lectores. De repente, se cambia el registro, y el juego musical y lúdico,
se vuelve reflexión y denuncia. Esa voz zoológica deja de hablar. Pareciera que
el autor sintió que necesitaba suspender esa voz para decir otra cosa, para
decir lo que en realidad quería decir, como si la seriedad del discurso dependiera
de esta neutralidad. Como luego sucedería en los programas que nos llevan de
paseo por las villas bonaerenses, y donde el conductor cierra las notas
aportando una mirada sociológica, Desiderio cambia el tono, y con esto, intenta
decirnos que la cosa va de en serio, que no es una burla o una parodia de ese
nuevo modo de hablar de la oralidad de los 90’.
Algunos años después. Zelarayán de
Santiago Vega (Washington Cucurto), toma varios de los tópicos ya trabajados en
La Zanjita: escribir como suena una
palabra (y no desde su grafía), copiar marcas de oralidad, entre otros procedimientos, pero la operatoria
va a ser diametralmente opuesta. Si Desiderio ponía una voz neutra, y con ésta,
marcaba una distancia, Vega construye, por un lado, una imagen de autor que se
siente adentro de esa voz otra, y por
otro lado, sus versos se escapan de lo políticamente correcto.
Basta con ver las fotos de las
contratapas de los libros (sumamente atípicas en relación con el género), leer
sus notas y declaraciones, o vincular su nombre con Eloísa Cartonera -de la que
era promotor-, editorial que surge en plena crisis pos 2001, y que hacía libros
de cartón, para visualizar como Vega se construye una imagen de autor que se
posiciona en los márgenes. En definitiva, la voz de los poemas de
Zelarayán parece ser una continuidad de
esa imagen, y no una distancia, como sucedía en los poemas de Desiderio.
El aspecto más significativo, sin
embargo, es que esa voz aparecerá como indisciplinada, incorrecta, no concuerda
con la imagen que nos hacemos de un marginal, puede Citar a Ricardo Zelarayán
desde su título, un poeta de culto para ciertos poetas del 90’, y puede -del
mismo modo- contarnos una violación en tono detallado y jocoso.
Entonces, por un lado, Cucurto refuerza
el efecto realista, haciéndonos creer que él mismo es ese otro, esa voz que
habla en el poema; pero por el otro -como si se tratara de una paradoja-,
afianza también el artificio mostrándonos una voz caricatura, estirada a partir
de la hipérbole, es decir, a partir de una auto burla que toma ciertos estigmas
de clase -la rebelión, la pereza, el disgusto por el trabajo, ya
característicos de la representación del
gaucho- y los exagera hasta que el estigma deja de ser un argumento creíble. En
definitiva, como si se tratara de un recurso retórico para mostrar una verdad,
se llevan las cosas al absurdo para revelar la falsedad del enunciado.
Finalmente, respondiendo a los
interrogantes que nos hicimos algunos párrafos arriba, un punk, un roquero, un
metalero, son modelos foráneos, trasplantados sobre la tierra de la clase
media. El villero, en cambio, un producto genuino de nuestra sociedad y de
nuestra forma de hacer economía, mitológicamente unido a nuestros tipos
tradicionales. Como Martín Fierro, como el Moreno, como el cabecita negra, ahora
el villero…
Solo es cuestión de seguir el
razonamiento y de reasignar identidades.
Gastón Franchini
Poemas de "La Zanjita" - Juan Desiderio
I.
Meté la mano
sacá lo hueso de poyo
de la zanja
meté la mano
te cortaste lo dedo
por sacar la mitá
de lo cien peso
de la tierra
y sus tendones
se vieron hermosos
bajo el sol
II.
Esto es un laboratorio
bienvenidos
el brazo derecho
arrodiyese ahí
la sangre espesa
no respire
a usté no le sale nada
deme el otro brazo
aprete esta piedra
largue
aprete
largue.
La piedra
en la cabeza del enfermero.
Y esto pasó.
Los dos están prófugos.
El enfermero
no recuerda su nombre.
III.
—Bitácora de vuelo—
—no te hagás el espok
y corré más rápido
que nos matan
esto marciano de la 19
y te van a rodar
las orejas
hasta la zanja.
—La zanja. La recuerdo
tomando sol
a orillas de la zanja
sus pelos con abrojos
excitaban
a lo vendedore
de sandía
y su risa
helaba el barrio
todos la veían
le creían santa
por el barro seco
que frotaba en su pierna
y aparecía como
santa rita envuelta
en una nube
con su cara
color acero y
—seguí corriendo
que nos cagan a palo
—y te acordá del viejo
que creía ser san jorge
y yevaba al matungo
a tomar agua
a la zanja
se sentaba siempre
sobre el caño ése
que estaba roto
y miraba a la gente
y veía dragone corría
a los pibes les quería
sacar lo dragone
de la cabeza
te acordá
—sí, eran piojo
—no, loco
eran dragone en serio
—espok
no digá boludece
y decile a tu piba
que compre faso y gayetita.
IV.
—Uy, mirá a quién traen
—Uy, el pelahueso
Y todos los yiros
besaron al pelahueso
lavaron sus pies besaron
sus ojos acostaron
al pelahueso rezaron y fumaron
hablaron
sobre las visiones en el cementerio
y mordieron las nalgas de
pelahueso
su salud se complica
y todo el bajo flores
prepara un homenaje
Postales de la zanja (uno)
Un viejo de sotana agujereada
sentado en la vereda de la fábrica
de botellas sopladas
tira cáscaras de mandarina
al agua de la zanja.
Pero el cura ciruja ése
pasaba las noches leyendo
el apocalipsis y por las
mañanas a todo el que
pasaba
señalaba
vó te quedá
vó te vá al cielo
vó te quedá.
De noche
un cura sucio
de sotana rota
come mandarina
y tira la cáscara a la zanja.
La zanja se lleva un color
y pudre los zapatos de dios.
Poemas de "Zelarayan" - Santiago Vega
PAPA SE INCENDIA
Mi padre se vuelve al catolicismo
y quiere que yo también me vuelva.
Quiere que salgamos esta tarde
con una biblia bajo el brazo
a visitar a todo su público pudiente.
Mi padre quiere que le ayude a montar
un escenario sobre el techo del Abasto.
¡Para que toda la gente lo escuche!
¡Para que toda la gente lo aclame!
Mi padre pasa hablando del amor de Dios.
¡Ay, Dios mío tendré que soportarlo!
Mi padre pasa elogiando la remera
que Durand trajo de Inglaterra.
Mi padre pasa haciendo bromas
brillantes.
Mi padre, púdico sentimental, pasa
recién afeitado
Papá se cuelga del cartel de Coto, le
agarra
la electricidad y cae sobre el asfalto
mugroso.
Papá pierde el conocimiento, y cree que
es
Ricardo Zelarayán.
Si no estoy mintiendo un poco, ya no
odia
a Enzo Francescoli.
Es más, cree que es Enzo Francescoli
y anda haciendo chilenas por el aire.
Papá pisa un cable de su escenario y se
incendia,
desde abajo todos le tiran baldazos de
agua
y le dicen: ¡Largáte! ¡Largáte!
Papá se larga y sale corriendo
(¡envuelto en llamas!)
hasta Tucumán y Agüero,
para el 46 hace bajar a toda la gente y
se va
con el colectivo. ¡Y el colectivero de
rehén!
Papá maneja el colectivo descontrolado,
el 46 da vueltas como un trompo
hasta que se mete en el Rancho A y B
donde los bolitas bailan cumbia.
El 46 dejó un gran aujero en la tierra.
Papá desapareció.
Los ratis de la 21 todavía lo andan
buscando.
PAPA PUÑOS DE DINAMITA
Todos los paraguayos odian a Papá.
Porque ese hombre es un demonio.
Porque cuando suena la cumbia nadie
la baila como él.
Porque papá se cojió a la más linda
de Samber Club,
cuando todos los paraguayos bailaban
cachaca mexicana.
Ahora la luna apenas entra por los
reservados, una mesita con un vaso
de Gancia a medio terminar...
Papá ha muerto a manos de la
colectividad
paraguaya.
Y de nada le sirvieron sus puños
de dinamita, su fama de secuestrador
de colectiveros...
Y la paraguaya que papá se cojió
en el Samber Club, la que se hacía
trincar
con todo aquel que no fuera paraguayo,
baila en el escenario.
La luna, afuera, ilumina la Estación
Constitución.
Y LO SACARON DEL LUNA PARK EN AMBULANCIA...
Pero no precisamente del Luna,
sino de la placita que está a la vuelta,
hasta que después de un lumínico,
intenso cotejar, avergonzados,
corrieron al darse cuenta que os
vieron en pleno acto amoroso.
Y finalmente los cercaron,
los robaron y al Juniors le cortaron
la cabeza...
Les rogaba por algún Dios
que no lo mataran
y esto pasó...
La pandilla castradora le pone velas
a Lorena Bobbit.
Detrás de las grúas del puerto
iluminadas en un atardecer rosado
iban lentamente
inclinando ascuas y ganchos
al son de un suave y blando
movimiento...
APOCALIPTICO RESCATE DE ZELARAYAN
¡Ese mi pollo de Orán!
Formidable derechazo en la jeta
de guardia petiso, que le hace
tronar los dientes, la jeta se le estiró
como un chicle, se le puso atrás de la
nuca.
¡Qué mano! ¡Qué ductilidad de mano!
El petiso trata de recomponerse
pero todavía tiene en los ojos
las montañas de Marte.
¡Huipi! ¡Se armó!
El guardia que lo tenía a Zelarayán
lo suelta y se va como un toro embalado
hacia el mosquito que liga un tremendo
gomazo, que lo hace volar...
¡El mosqui vuela como una palomita
sobre los carritos!
Aterriza de trompa y se desliza haciendo
música
para caer sobre el capot de un Peugeot.
¡Qué mano! ¡Qué ductilidad de mano!
El guardia grandote lo afeitó
de un fantástico derechazo...
Del supermercado viene saliendo Carlitos
Juniors
con una sirvientita empujando
un carrito lleno de comidas.
¡Está preciosa la sirvientita del
Juniors!
Los guardias tienen apoyo logístico:
de la garita salió uno con un
guolti-toki
y Zelarayán lo paró de un codazo
que le hizo tragar el guolti-toki.
¡Cabeza de guolti-toki!
¡Cabeza de guolti-toki!, cantaba
Zelarayán;
se lo tragó todo, se le veía cómo bajaba
por la traquea del alcahuete.
Nos subimos a un camión de cerveza
que estaba descargando, lo más campante;
pusimos al Juniors al volante y la
paragua al medio.
¡Qué preciosa estaba la paragua!
El Juniors vio el volante y se
transformó.
Salimos embalados por Coronel Díaz.
¡Ese mi pollo de Aniyaco!
Agarramos Soler y después doblamos
por la curva de Agüero a todo lo que da
¡Esa Zulemita!
¡Carlitos iba por Agüero concentrado
como si fuera por las Sierras de
Córdoba.
¡Carlitos corría el Rally Agüero!
¡Hiupi!
Cruzamos Córdoba a toda veocidá
¡con toda la prefectura atrás!
¡Y siete, siete patrulleros de la 21!
¡Los patrulleros despertaron al barrio!
¡Hiupi! ¡El colmo del afano!
¡Qué superbanda!
Zelarayán empieza a tirar botellazos
de cerveza,
los vidrios oscuros sobre la calle
Agüero...
¡Un río de espuma y cerveza!
Zelarayán tira a dos manos, fanático.
¡Tomen, botones! ¡Beban la leche de mi
palo!
¡Lame pijas de la Cía! ¡Lame conchas de
la Fortabat!
Y así perdimos a los ratis,
bajo el sol de la tarde calurosa..
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