Goles Rosas es una editorial autogestiva de Mar del Plata especializada en poesía. Todo su catálogo se encuentra a disposición de los lectores, y se puede descargar gratuitamente en esta página las versiones para leer en tu teléfono o para armar. También puede leerse online en: issuu.com/golesrosas.




Libros para leer en tu celular o para armar vos mismo.



jueves, 13 de agosto de 2015

Dos Poemas - Jorge Chiesa y el tono confesional.







La historieta típica, casi de género, de los poetas llamados “confesionales” suele escribirse con la siguiente fórmula: “X me dijo que hiciera un poema con eso, y lo hice”, o “Z me dijo que en eso que decía tenía una novela, y ahí estaba”.
En este sentido, Ane Sexton -una de las mejores poetas norteamericanas del siglo pasado- empezó a escribir a pedido de su psicólogo.  En los poemas de Jorge Chiesa encontramos este mismo tipo de tesoro, es decir, palabras que parecen decir lo que pasó, especies de recuerdos -heridas de guerra- extraídos de la experiencia.
Sin embargo, una anécdota no es una novela o un poema, para que lo sea es necesario que el artista encuentre un tono, un modo de encauzar, puntualizar y comunicar lo vivido. Este proceso de elaboración por el cual una anécdota se vuelve literatura –en dos poemas de Jorge Chiesa- es el tema de esta breve nota. 
Un buen punto de partida para seguir con el análisis, consiste en tratar de entender que es lo que mueve la confesión  ¿el poeta se lo dice a alguien mostrando los dientes?, ¿el poema es una especie de tabla en la cual un personaje al estilo Hamblet habla solo para que alguien lo escuche?, o simplemente, ¿es alguien hablándole a la pared?
En el caso de Chiesa estos tonos parecen intercambiables: a veces lo vemos hablando solo, como si estuviera diciéndolo para entender lo sucedido, otras parece estar dirigiéndose a alguien, ofreciendo una explicación o justificación, y otra -tal vez las mejores de las veces- lo vemos como el personaje de Shakespeare, hablando al aire en la ambigua ceremonia del monólogo.
En este sentido, el poema “el beso” parece un relato velado por la culpa, un diálogo entre lo que esperamos y lo que es, palabras que cargan con el pesado baúl de lo que creemos lo real, con sus demasiados espacios en blancos y casilleros a llenar; entonces, el poeta  dice para entender, para poder cifrar la experiencia, pero también para quitarse ese peso, para que las paredes se abran y dejen de apretar, para que ese beso diga algo más amable que todos esos sentidos cargados sobre la espalda. 
En el poema “palomas”, en cambio, vemos como el poeta cifra su experiencia en diversos planos. Un viejo método de profesores para estrujar un texto consiste en pensarlo como una figura de tres caras que en su geometría desarrolla tres planos de sentido.
El primero no requiere grandes explicaciones, es el sentido literal y se alinea como la superficie del texto: es lo que dice llanamente. El segundo, supone una profundidad alegórica e intenta descubrir un sentido oculto, es decir, lo que en realidad quiere decir el texto. Finalmente, el plano simbólico intenta captar al  mundo evocado a partir de señales, cosmovisión que excede tanto al primero como al segundo de los sentidos señalados.
En esta dirección, el poema, sería un perfecto ejemplo de una escritura cifrada en varios planos; en el primero, veríamos simplemente la historia entre un padre enfermo y un hijo pasando por ese trance; en el segundo, el dilema entre la vida y la muerte, y en el tercero, una visión metafísica, en el poema representado por las formas cristianas, pero que -en mi opinión- la exceden, transformando a la experiencia en relato, lo privado en hecho público, y –en definitiva- una simple anécdota, en literatura. 



Palomas

Después de haber visto a mi padre
ahogarse en la sala de terapia intensiva
miré a través de una ventana de hospital.
Había árboles raquíticos, cables de alta tensión y palomas.
Elegí tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Únicamente la desesperación
te puede hacer creer semejante cosa.
Así que yo era un hombre desesperado
que ahora le pedía a Dios
por la vida de mi padre.
Pero a los ojos de cualquiera
eran tres palomas y nada más.
Superado ese trance volvimos a la normalidad.
Los médicos rescataron a mi padre
de las aguas de la muerte
y las palomas han vuelto a ser
los mismos bichos de siempre.


El beso

Le doy a mi mujer el beso de las buenas noches
después de haber preparado la mamadera del bebé.
Si de algo se alimenta el insomnio
aunque parezca mentira
es de los corazones más nobles.
Por eso antes de quedarme en la cama
contando corderos negros
preferí levantarme y leer a los grandes poetas.
Sin embargo no aprendí nada
verdaderamente grande;
excepto que hubiera deseado ser el buen centinela
de la familia mientras duerme.
Escapar del animal que se masturba en el baño.
Y tampoco sirve
porque no importa lo que uno haga
ni lo mucho que uno se esfuerce:
cuando la memoria toma impulso
todo es inútil.
Recuerdos en general,
aquello que matamos de noche
con los ojos abiertos.
No sé qué tan común es quedarse acostado junto a tu esposa
en un cuarto que se va inundando con podredumbres de la infancia.
La suavidad de la liebre que destripaste bajo los árboles:
un montón de vísceras al aire libre
que huelen como el aliento.
Supongo que es humano pero no es normal,
ni es manera de decir Buenos días:
la mamadera tibia en la mano y el beso que le das a tu mujer
con ese gusto en la boca.




Goles Rosas 



Descargar "La pesquita" de Jorge Chiesa, editado por Goles Rosas (2011).

1 comentario: