Título: Poemas.
Autor: Marilyn
Monroe.
Año: 2009
En 2009 nos
enteramos que alguien, revolviendo papeles viejos, había encontrado poemas de
la mismísima Marilyn Monroe, y que otro, tenía la intención de editarlos. Sin embargo,
de inmediato, los poemas empezaron a
aparecer de manera gratuita en internet. Lo primero que llamaba la atención
–aunque dudáramos de la autenticidad de éstos - era cierto tono denso que
contradictoriamente debíamos imaginar salido de su boca. Pues, para nosotros,
Marilyn seguía, y sigue siendo –a pesar de su oscuro final- esa imagen fetiche que Hollywood ha
construido sobre nuestras retinas.
Una anécdota del famoso día del cumpleaños
de Kennedy cuenta que un grupo de modistas cosió el vestido sobre su cuerpo
como si Marilyn fuera un maniquí o una
muñeca. En definitiva, ella misma era prisionera de su belleza. Nadie,
absolutamente, esperaba más que eso de una rubia, o a lo sumo, que se
quedara quieta mientras los especialistas de la moda terminaban de montar su
obra de corte y confección sobre el cuerpo inmóvil.
Ese es el
lugar, y la postura adecuada, que la
sociedad norteamericana le había destinado. En una escena de la película Bus
stop un granjero la secuestra enlazándola literalmente. Ella intenta subir a un
colectivo, y el campesino, hace girar la soga y como si fuera un animal de
campo, la detiene. Sí, se trata de un personaje montado sobre el cuerpo de la
actriz, pero no muy alejado está su papel, luego, cuando se apagan las cámaras
y alguien la hace salir de una torta para decir el feliz cumpleaños.
Por todo
esto, los poemas encontrados parecen un
hecho inverosímil. No se trata de una colección de ositos, o de palabras
bonitas. Los poemas hablan de la vida como si esta fuera un hecho angustiante.
No, los poemas no se ajustan a la imagen que quisieron construir los guionistas
de Hollywood. Sí, hablan de la muerte con frecuencia, de una vida tironeada en
direcciones contradictorias, de naufragios, de amores huecos.
Fue en ese
mismo 2009 que imprimí esos poemas, y luego de llamar a dos o tres amigos que
podían traducirlos, llegué a la casa de Marcelo de la Plaza y le pedí por favor
que lo hiciera de inmediato. Lo hizo, y a los pocos meses habían salido estas
versiones que ahora se publican en Goles Rosas. Cuando Marcelo de la Plaza
improvisaba la primera traducción la impresión fue gloriosa, esa chica rubia
que tan delicadamente podía mover su vestido al viento, también podía abrir la
boca y decir algo que estuviera fuera del guión que, tan atentamente, habían
montado sobre su belleza.
Gastón
Franchini
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