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domingo, 30 de agosto de 2015

La voz marginal: de La Zanjita a Zelarayán - Poesía de los 90.






Para los que estábamos ansiosos de novedad, La Zanjita de Juan Desiderio fue una muy buena noticia. El neo-barroso había cumplido su cometido histórico aplanando y borrando otras discusiones. El arte, también en poesía, era arte por arte, artimaña desmedida. Para los demás, los que estábamos afuera del ágora y apenas habíamos leído algún número del Diario de Poesía, o ninguno, la situación era aún peor, los nombres de Alejandra Pizarnik  y Oliverio Girondo ocupaban demasiado espacio, casi borrando, lo que se había publicado antes y después de ellos.
La Zanjita hablaba con un idioma cercano, y a la vez, lejano. Próximo porque estaba extraído del presente y de sus nuevos paisajes, alejado porque era el lenguaje del otro, ese otro que difícilmente lea o escriba  poesía, nueva versión del cabecita negra, del inmigrante, del gaucho malo. El final de las ideologías, el libre cambio enorme, la muerte de casi todo, dejaba, sin embargo, viva a toda una clase social que ya no tenía un lugar en un país que agonizaba de fiesta en fiesta. Con La Zanjita se inauguraba la voz de ese otro que veinte años después –y con otros tintes ideológicos- vemos en programas como Cárceles o Policias en acción, pasando antes, claro, por la legendaria Pizza, Birra y Faso, y tiras como Okupas y Tumberos.
El cambio ideológico es muy importante, tanto, que requiere un tratamiento aparte, sin embargo solo diremos algunas cosas al respecto. En los programas citados, aparece esa voz desclasada, ofreciéndonos un anecdotario marginal que parece estar sustentado en la fuente del discurso -actualísimo-  de la inseguridad. La estructura es simple: el acusado se acusa en primera persona ante un auditorio de clase media, configurando un  tipo de programa que nos lleva hasta el fondo del infierno dantesco. La plaza de torturas que nos cuenta Foucault en Vigilar y Castigar reaparece, habrá que ver con que nuevas, o viejas, funciones.  
Algunas lecturas, coherentes con su momento histórico, veían en La Zanjita la emergencia y representación de una voz urbana. Un nuevo tipo de ser, una nueva identidad en una dinámica cultural posmoderna. Sin embargo, la torre de babel que se inaugura con Menem se llama neoliberalismo y es un fenómeno económico, político y social. Cabe preguntarnos hasta qué punto la variable cultural es independiente de estas variables, y también, si es lo mismo un punk, un roquero, a este nuevo emergente. La cumbia villera parecía confirmar la temprana hipótesis. Por momentos, sentíamos que el carnaval neoliberal permitía voz a todos los sectores.  En esta época, un variado grupo de intelectuales celebraban la aparición del género como “un acá me pongo a cantar…”  genuino, extraído de la realidad. Incluso, hasta los cantantes de estos grupos solían darle el gusto, saliendo tanto en las noticias culturales como en las policiales. El resto de la sociedad se conformaba con bailar estos ritmos en casamientos y cumpleaños.
Todo esto sonaba muy cercano y nuevo, sin embargo nuestra literatura nos ofrece un variado repertorio de apropiaciones en las que engañosamente, detrás de un decorado, se esconden las manos de los que verdaderamente hablan por la tan pretendida voz del otro. Sin ir muy lejos en nuestra tradición, como advierte Josefina Ludmer, toda la gauchesca, desde Hidalgo hasta Guiraldes, y sus distintas versiones, son un uso intelectual y político. O bien para representar una idea, una denuncia, o bien para un uso maniqueo de esa voz. Lo cierto es que ese otro es solo una representación, un títere vacio que se le hace decir lo que se quiere de él mismo, o de la patria.
Sobre este fondo, volvía a aparecer este tipo de coloquialismo, y con éste, la problemática de las definiciones poéticas. La Zanjita traía a la poesía el habla de la villa, con el simple procedimiento de suprimir fonemas consonantes, el libro ofrecía a nuestros oídos toda una cosmovisión distinta. Dos marcas interesantes al respecto: Desiderio no usa este procedimiento para ridiculizar esa voz como era el uso típico, ni para generar un efecto realista como se utilizará después, ni siquiera como la voz del demonio, sino que busca la forma de que ese procedimiento hable desde su musicalidad. Lo que sorprende en este libro es la armonía, el uso rítmico del procedimiento, lejos de generar un compás sincopado, o indefinido como intentaban los objetivistas  publicados en el Diario de Poesía, el libro era muy agradable a los oídos.
Por otro lado, Desiderio agrega a esa voz otra, una voz neutral que aparece en los remates, mediando entre esa voz y los lectores. De repente, se cambia el registro, y el juego musical y lúdico, se vuelve reflexión y denuncia. Esa voz zoológica deja de hablar. Pareciera que el autor sintió que necesitaba suspender esa voz para decir otra cosa, para decir lo que en realidad quería decir, como si la seriedad del discurso dependiera de esta neutralidad. Como luego sucedería en los programas que nos llevan de paseo por las villas bonaerenses, y donde el conductor cierra las notas aportando una mirada sociológica, Desiderio cambia el tono, y con esto, intenta decirnos que la cosa va de en serio, que no es una burla o una parodia de ese nuevo modo de hablar de la oralidad de los 90’.
Algunos años después. Zelarayán de Santiago Vega (Washington Cucurto), toma varios de los tópicos ya trabajados en La Zanjita: escribir  como suena una palabra (y no desde su grafía), copiar marcas de oralidad,  entre otros procedimientos, pero la operatoria va a ser diametralmente opuesta. Si Desiderio ponía una voz neutra, y con ésta, marcaba una distancia, Vega construye, por un lado, una imagen de autor que se siente adentro de esa voz otra, y por  otro lado, sus versos se escapan de lo políticamente correcto.
Basta con ver las fotos de las contratapas de los libros (sumamente atípicas en relación con el género), leer sus notas y declaraciones, o vincular su nombre con Eloísa Cartonera -de la que era promotor-, editorial que surge en plena crisis pos 2001, y que hacía libros de cartón, para visualizar como Vega se construye una imagen de autor que se posiciona en los márgenes. En definitiva, la voz de los poemas de Zelarayán  parece ser una continuidad de esa imagen, y no una distancia, como sucedía en los poemas de Desiderio.
El aspecto más significativo, sin embargo, es que esa voz aparecerá como indisciplinada, incorrecta, no concuerda con la imagen que nos hacemos de un marginal, puede Citar a Ricardo Zelarayán desde su título, un poeta de culto para ciertos poetas del 90’, y puede -del mismo modo- contarnos una violación en tono detallado y jocoso.
Entonces, por un lado, Cucurto refuerza el efecto realista, haciéndonos creer que él mismo es ese otro, esa voz que habla en el poema; pero por el otro -como si se tratara de una paradoja-, afianza también el artificio mostrándonos una voz caricatura, estirada a partir de la hipérbole, es decir, a partir de una auto burla que toma ciertos estigmas de clase -la rebelión, la pereza, el disgusto por el trabajo, ya característicos de  la representación del gaucho- y los exagera hasta que el estigma deja de ser un argumento creíble. En definitiva, como si se tratara de un recurso retórico para mostrar una verdad, se llevan las cosas al absurdo para revelar la falsedad del enunciado. 
Finalmente, respondiendo a los interrogantes que nos hicimos algunos párrafos arriba, un punk, un roquero, un metalero, son modelos foráneos, trasplantados sobre la tierra de la clase media. El villero, en cambio, un producto genuino de nuestra sociedad y de nuestra forma de hacer  economía,   mitológicamente unido a nuestros tipos tradicionales. Como Martín Fierro, como el Moreno, como el cabecita negra, ahora el villero…
Solo es cuestión de seguir el razonamiento y de reasignar identidades.


Gastón Franchini





Poemas de "La Zanjita" - Juan Desiderio


      I.
      Meté la mano
      sacá lo hueso de poyo
      de la zanja
      meté la mano
      te cortaste lo dedo
      por sacar la mitá
      de lo cien peso
      de la tierra
      y sus tendones
      se vieron hermosos
      bajo el sol


      II.
      Esto es un laboratorio
      bienvenidos
      el brazo derecho
      arrodiyese ahí
      la sangre espesa
      no respire
      a usté no le sale nada
      deme el otro brazo
      aprete esta piedra
      largue
      aprete
      largue.
      La piedra
      en la cabeza del enfermero.
      Y esto pasó.
      Los dos están prófugos.
      El enfermero
      no recuerda su nombre.


      III.
      —Bitácora de vuelo—
      —no te hagás el espok
      y corré más rápido
      que nos matan
      esto marciano de la 19
      y te van a rodar
      las orejas
      hasta la zanja.
      —La zanja. La recuerdo
      tomando sol
      a orillas de la zanja
      sus pelos con abrojos
      excitaban
      a lo vendedore
      de sandía
      y su risa
      helaba el barrio
      todos la veían
      le creían santa
      por el barro seco
      que frotaba en su pierna
      y aparecía como
      santa rita envuelta
      en una nube
      con su cara
      color acero y
      —seguí corriendo
      que nos cagan a palo
      —y te acordá del viejo
      que creía ser san jorge
      y yevaba al matungo
      a tomar agua
      a la zanja
      se sentaba siempre
      sobre el caño ése
      que estaba roto
      y miraba a la gente
      y veía dragone corría
      a los pibes les quería
      sacar lo dragone
      de la cabeza
      te acordá
      —sí, eran piojo
      —no, loco
      eran dragone en serio
      —espok
      no digá boludece
      y decile a tu piba
      que compre faso y gayetita.


      IV.
      —Uy, mirá a quién traen
      —Uy, el pelahueso
      Y todos los yiros
      besaron al pelahueso
      lavaron sus pies besaron
      sus ojos acostaron
      al pelahueso rezaron y fumaron
      hablaron
      sobre las visiones en el cementerio
      y mordieron las nalgas de
      pelahueso
      su salud se complica
      y todo el bajo flores
      prepara un homenaje

 

      Postales de la zanja (uno)
      
      Un viejo de sotana agujereada
      sentado en la vereda de la fábrica
      de botellas sopladas
      tira cáscaras de mandarina
      al agua de la zanja.
      Pero el cura ciruja ése
      pasaba las noches leyendo
      el apocalipsis y por las
      mañanas a todo el que
      pasaba
      señalaba
      vó te quedá
      vó te vá al cielo
      vó te quedá.
      De noche
      un cura sucio
      de sotana rota
      come mandarina
      y tira la cáscara a la zanja.
      La zanja se lleva un color
      y pudre los zapatos de dios.




Poemas de "Zelarayan" - Santiago Vega



PAPA SE INCENDIA

Mi padre se vuelve al catolicismo
y quiere que yo también me vuelva.
Quiere que salgamos esta tarde
con una biblia bajo el brazo
a visitar a todo su público pudiente.
Mi padre quiere que le ayude a montar
un escenario sobre el techo del Abasto.
¡Para que toda la gente lo escuche!
¡Para que toda la gente lo aclame!
Mi padre pasa hablando del amor de Dios.
¡Ay, Dios mío tendré que soportarlo!
Mi padre pasa elogiando la remera
que Durand trajo de Inglaterra.
Mi padre pasa haciendo bromas brillantes.
Mi padre, púdico sentimental, pasa recién afeitado
Papá se cuelga del cartel de Coto, le agarra
la electricidad y cae sobre el asfalto mugroso.
Papá pierde el conocimiento, y cree que es
Ricardo Zelarayán.
Si no estoy mintiendo un poco, ya no odia
a Enzo Francescoli.
Es más, cree que es Enzo Francescoli
y anda haciendo chilenas por el aire.
Papá pisa un cable de su escenario y se
incendia,
desde abajo todos le tiran baldazos de agua
y le dicen: ¡Largáte! ¡Largáte!
Papá se larga y sale corriendo
(¡envuelto en llamas!)
hasta Tucumán y Agüero,
para el 46 hace bajar a toda la gente y se va
con el colectivo. ¡Y el colectivero de rehén!
Papá maneja el colectivo descontrolado,
el 46 da vueltas como un trompo
hasta que se mete en el Rancho A y B
donde los bolitas bailan cumbia.
El 46 dejó un gran aujero en la tierra.
Papá desapareció.
Los ratis de la 21 todavía lo andan
buscando.



PAPA PUÑOS DE DINAMITA

Todos los paraguayos odian a Papá.
Porque ese hombre es un demonio.
Porque cuando suena la cumbia nadie
la baila como él.
Porque papá se cojió a la más linda
de Samber Club,
cuando todos los paraguayos bailaban
cachaca mexicana.
Ahora la luna apenas entra por los
reservados, una mesita con un vaso
de Gancia a medio terminar...
Papá ha muerto a manos de la colectividad
paraguaya.
Y de nada le sirvieron sus puños
de dinamita, su fama de secuestrador
de colectiveros...
Y la paraguaya que papá se cojió
en el Samber Club, la que se hacía trincar
con todo aquel que no fuera paraguayo,
baila en el escenario.
La luna, afuera, ilumina la Estación
Constitución.



Y LO SACARON DEL LUNA PARK EN AMBULANCIA...

Pero no precisamente del Luna,
sino de la placita que está a la vuelta,
hasta que después de un lumínico,
intenso cotejar, avergonzados,
corrieron al darse cuenta que os
vieron en pleno acto amoroso.
Y finalmente los cercaron,
los robaron y al Juniors le cortaron
la cabeza...
Les rogaba por algún Dios
que no lo mataran
y esto pasó...
La pandilla castradora le pone velas
a Lorena Bobbit.
Detrás de las grúas del puerto
iluminadas en un atardecer rosado
iban lentamente
inclinando ascuas y ganchos
al son de un suave y blando movimiento...



APOCALIPTICO RESCATE DE ZELARAYAN

¡Ese mi pollo de Orán!
Formidable derechazo en la jeta
de guardia petiso, que le hace
tronar los dientes, la jeta se le estiró
como un chicle, se le puso atrás de la nuca.
¡Qué mano! ¡Qué ductilidad de mano!
El petiso trata de recomponerse
pero todavía tiene en los ojos
las montañas de Marte.
¡Huipi! ¡Se armó!
El guardia que lo tenía a Zelarayán
lo suelta y se va como un toro embalado
hacia el mosquito que liga un tremendo
gomazo, que lo hace volar...
¡El mosqui vuela como una palomita
sobre los carritos!
Aterriza de trompa y se desliza haciendo música
para caer sobre el capot de un Peugeot.
¡Qué mano! ¡Qué ductilidad de mano!
El guardia grandote lo afeitó
de un fantástico derechazo...
Del supermercado viene saliendo Carlitos Juniors
con una sirvientita empujando
un carrito lleno de comidas.
¡Está preciosa la sirvientita del Juniors!
Los guardias tienen apoyo logístico:
de la garita salió uno con un guolti-toki
y Zelarayán lo paró de un codazo
que le hizo tragar el guolti-toki.
¡Cabeza de guolti-toki!
¡Cabeza de guolti-toki!, cantaba Zelarayán;
se lo tragó todo, se le veía cómo bajaba
por la traquea del alcahuete.
Nos subimos a un camión de cerveza
que estaba descargando, lo más campante;
pusimos al Juniors al volante y la paragua al medio.
¡Qué preciosa estaba la paragua!
El Juniors vio el volante y se transformó.
Salimos embalados por Coronel Díaz.
¡Ese mi pollo de Aniyaco!
Agarramos Soler y después doblamos
por la curva de Agüero a todo lo que da
¡Esa Zulemita!
¡Carlitos iba por Agüero concentrado
como si fuera por las Sierras de Córdoba.
¡Carlitos corría el Rally Agüero!
¡Hiupi!
Cruzamos Córdoba a toda veocidá
¡con toda la prefectura atrás!
¡Y siete, siete patrulleros de la 21!
¡Los patrulleros despertaron al barrio!
¡Hiupi! ¡El colmo del afano!
¡Qué superbanda!
Zelarayán empieza a tirar botellazos
de cerveza,
los vidrios oscuros sobre la calle Agüero...
¡Un río de espuma y cerveza!
Zelarayán tira a dos manos, fanático.
¡Tomen, botones! ¡Beban la leche de mi palo!
¡Lame pijas de la Cía! ¡Lame conchas de la Fortabat!
Y así perdimos a los ratis,
bajo el sol de la tarde calurosa..